El pasado 22 de marzo del presente año, la comunidad estudiantil celebró la "CONMEMORACIÓN DEL 46 ANIVERSARIO DEL CBTA 39", que desde su creación a formado estudiantes de calidad educativa que han logrado grandes hazañas en su carrera profesional y que además han colocado en alto el nombre de nuestra escuela a nivel nacional e internacional demostrando el compromiso que tienen los docentes por impartir una mejor educación; ¡te invitamos a que conozcas un poco acerca de la fundación de esta institución: El Centro de Bachillerato Tecnológico Agropecuario No.39 tiene como origen desde septiembre de 1974, al aproximarse el día en que la Secretaría de Educación Pública, a través de la Dirección General de Escuelas Normales, aplicaría el examen de admisión a las señoritas aspirantes a ingresar a la Escuela Normal de Amilcingo, la profesora Eva Rivera Barrera y Vinh Flores Laureano, considerando la información emitida por dicha secretaría, comprendieron que si sólo se iban a seleccionar 120, entonces la inmensa mayoría de ellas serían rechazadas, así como en las otras escuelas normales rurales del país. Ante esta circunstancia y a pesar de los enfrentamientos que se empezaban a suscitar, en Amilcingo, entre los campesinos, y entre estos mismos y los estudiantes, les surgió la idea de promover la apertura de otra escuela con características similares a la Escuela Normal Rural recientemente creada, Vinh Flores se presentó ante las señoritas y sus padres para invitarles a crear una nueva escuela cerca del pueblo de Amilcingo y para tal efecto los convocó a participar en una primera reunión en este mismo lugar en el que definirían el camino a seguir. La invitación la hizo en uno de los últimos días del mes de agosto y primeros de septiembre de 1974, específicamente el día que la Secretaría de Educación Pública divulgó los resultados del examen de admisión. Éste, por falta de aulas, medios de transporte y muchas otras carencias de la Escuela Normal Rural “Gral. Emiliano Zapata”, no fue aplicado en Amilcingo, sino en la Escuela Secundaria General “Antonio Caso” de Cuautla, razón por la cual hasta este lugar acudió Vinh para iniciar el desarrollo del proyecto. La invitación de Vinh fue bien recibida por muchas de las señoritas, al grado que inmediatamente se inscribieron más de cien. Mientras se acercaba la fecha de la primera reunión a realizarse en Amilcingo, Vinh, acompañado de otros jóvenes como Francisco Ramírez Torres, fue a la capital del país, a las oficinas de la Secretaría de Educación Pública, para solicitar información sobre las escuelas de educación media superior. El resultado de sus investigaciones los llevó a concluir que deberían luchar por una escuela como la que estaba ubicada en Roque, Guanajuato, es decir, un Centro de Estudios Tecnológicos Agropecuarios (CETA). Vinh y los jóvenes que le acompañaron, tenían la idea de que en el CETA se formarían técnicos agropecuarios que al egresar, serían empleados como maestros en las escuelas secundarias técnicas, en la Secretaría de la Reforma Agraria o en el Banco de Desarrollo Rural. En dicho centro, los alumnos recibirían gratuitamente los estudios, la alimentación y la vivienda. Además, beneficiaría no sólo a las señoritas sino también a los muchachos. En otras palabras, el nuevo plantel educativo tendría un funcionamiento similar a la Escuela Normal Rural “Gral. Emiliano Zapata”. Ese fue el modelo de escuela que ofertaron en la primera reunión realizada en Amilcingo. Después de la reunión de Amilcingo, Vinh y sus seguidores, entre ellos, Dionisio Figueroa Capistrán y Francisco Ramírez Torres, acudieron a Agapito González Zamora y Mercedes Sánchez Mejía, Ayudante Municipal y presidente del Comisariado Ejidal respectivamente de Temoac para solicitarles apoyo en la apertura del CETA. Para tal efecto, les solicitaron el antiguo edificio de la escuela primaria que actualmente es parte del palacio municipal, lugar que pretendían destinar provisionalmente para crear el plantel educativo. Respecto a la petición verbal de Vinh y sus acompañantes, las autoridades de Temoac manifestaron que no podían prestar las aulas sin consultar previamente a los vecinos de la comunidad a través de una asamblea. Quizá para darles una muestra de su apoyo, la asamblea la realizaron tres días después, es decir, aproximadamente el 15 de septiembre de 1974, la cual fue presenciada por Vinh y un promedio de cien estudiantes. El lugar de reunión fue una de las aulas de la antigua escuela primaria. Al local de la asamblea sólo se acercaron un poco más de treinta ciudadanos, muchos otros permanecieron alejados; es posible que desearan enterarse del mensaje de Vinh, pero no estaban dispuestos a asumir compromisos. A pesar de esta apatía, Vinh les planteó la necesidad de abrir el Centro de Estudios Tecnológicos Agropecuarios. Al principio, los campesinos escucharon atentamente la explicación sin expresar ninguna duda o inconformidad, pero en el momento de oír que ellos aportarían las tierras donde se asentaría, si lograban su objetivo, de inmediato, alguien levantó la voz: “¡No, terreno no, tierra no, ni para una maceta les podemos dar!” Ante esta cruda realidad, Vinh no pudo ocultar su desaliento y aún en estas condiciones pidió las opiniones de los demás campesinos. Nadie más se atrevía a hacer uso de la palabra. Aparentemente todos estaban de acuerdo con la posición del único campesino que se había atrevido a expresar su sentir. Aunque estaba ahí presente el señor Vérulo Mejía Valdepeña, uno de los principales líderes de la comunidad anfitriona, quizá por prudencia, no hizo uso de la palabra. Después de un prolongado momento de espera, pidió la palabra el señor Eusebio Vidal Espejo, quien dijo: “Miren muchachos, lo que acaba de decir este señor no hay que tomarlo en cuenta. No es para que se decepcionen porque, pues no está ni siquiera el 50% de los ejidatarios. Yo no soy ejidatario, casi ni derecho tengo de opinar, pero como ciudadano creo que sí. Entonces, no se decepcionen. Miren, vamos a ver si convencemos a los ejidatarios. Creo que si se logra esto. Yo no les puedo ofrecer un terreno porque no lo tengo, pero económicamente, con lo que pueda, les ayudaré, que de algo les servirá”. La opinión de Eusebio Vidal Espejo parecía indicar que entre los asambleístas solamente él estaba de acuerdo en la apertura del CETA. Influenciados por el movimiento social de Amilcingo y por la admiración que despertaba Vinh, en el fondo, probablemente los demás también lo estaban. Quizá estaban dispuestos a cooperar económicamente y con víveres, pero no con una parcela que representaba gran parte de su patrimonio. Por otro lado, Eusebio Vidal no estaba tan equivo- cado al contradecir a aquel campesino opositor y los que con su silencio le secundaban porque efectivamente, aunque fueran cuarenta ejidatarios de los 343 que tiene el ejido de Temoac1 no equivalía al 50%. Sin duda alguna, el punto de vista de Eusebio Vidal modificó la posición de los asambleístas y reanimó a Vinh Flores, al grado que les pidió una cooperación voluntaria que los asambleístas aportaron con gusto. Al parecer, con base en esta señal de aprobación, las autoridades permitieron que los muchachos hicieran uso de las aulas de la antigua escuela primaria y de la oficina del comisariado ejidal. Antes de que se retiraran del lugar, Vinh se acercó a Eusebio Vidal y a Vérulo Mejía Valdepeña para sugerirles algunas formas de hacer llegar más gente a la siguiente asamblea. Acordaron que Vérulo elaboraría un acta de conformidad y Eusebio la llevaría a cada uno de los ejidatarios para que la firmaran. Por lo tanto ―según ellos― el número de firmas que recopilaran determinaría el número de ejidatarios que apoyarían el movimiento social y la cantidad aproximada que asistiría a la siguiente asamblea, sin considerar los no ejidatarios como el caso del señor Eusebio. Las sugerencias de Vinh dieron el resultado que esperaban, prueba de ello, fue que en un lapso aproximado de ocho días, recabaron trescientas firmas. Con este apoyo, después del 20 de septiembre, realizaron la asamblea. En esta ocasión constituyeron el comité de lucha. Eusebio Vidal Espejo fue nombrado presidente; Vérulo Mejía Valdepeña, secretario, y Julio Martínez, tesorero. No está por demás mencionar que aparte de estos tres campesinos hubo otros que participaron, de manera muy activa, en el proyecto, entre ellos: Isaías Morellano, Guadalupe Vidal Espejo, Eustorgio Agúndez de León, Virginio Olivar, Ruperto Agúndez de León, José Ansurez Sánchez, Socorro Sánchez Portela, Celedonio Vara Salazar, Susano Villafán Toledo, María del Refugio Vidal de León y Ernestino Flores Ramos. A este último, varios campesinos lo recuerdan porque desempeñó la tarea de visitar a sus conciudadanos para convencerlos de la necesidad de que alojaran gratuitamente en sus casas a los aproximadamente cien estudiantes. También lo recuerdan porque visitó a otros para persuadirlos de la necesidad de que brindaran gratuitamente la alimentación. Mientras algunos de los campesinos de la comunidad de Temoac realizaban tareas para alojar y alimentar a los estudiantes, Vinh y algunos jóvenes de Amilcingo, como Dionisio Figueroa Capistrán y Francisco Ramírez Torres, acarreaban los colchones que habían usado los estudiantes de la Escuela Normal Popular de Amilcingo con los cuales pretendían garantizar cierta comodidad a los estudiantes del CETA. Recordemos que esos colchones fueron donados por los estudiantes de la Escuela Normal Rural de Tenería, Estado de México. Otra de las actividades que realizaban Vinh y los jóvenes de Amilcingo era la búsqueda de docentes que estuvieran dispuestos a prestar sus servicios profesionales gratuitamente. Con mucho esfuerzo, Vinh y sus compañeros de Amilcingo consiguieron un promedio de nueve profesores. Algunos de ellos fueron: Emilio Castillo, de San Carlos; Antonio Cerezo Vargas y Gudelia Martínez Sandoval, de Zacualpan; Bertín Hernández Velazco, de Xóchitl, Estado de Oaxaca, y otro que fue conocido como Timoteo, de Temoac. Aunque los estudiantes aportaron una cooperación de $40.00 por concepto de inscripción, los mentores jamás recibieron gratificación o pago por los aproximadamente siete meses de trabajo, de octubre de 1974 a abril de 1975. Dionisio Figueroa Capistrán, quien desempeñó el papel de director o prefecto, tampoco recibió gratificación alguna durante el mismo lapso. Después de haber establecido las bases mínimas de organización, los campesinos y estudiantes, por un lado, comenzaron a solicitar a la Secretaría de Educación Pública, a través de la Dirección de Escuelas Agropecuarias, el reconocimiento oficial del plantel educativo, y, por otro, empezaron a buscar la vinculación con diferentes comunidades y organizaciones campesinas progresistas o de tendencia independiente del gobierno. Algunas de esas comunidades eran Amilcingo; Jalostoc, municipio de Villa de Ayala, y la colonia Manuel Alarcón, municipio de Jantetelco. Entre las organizaciones figuran la Central Campesina Independiente, hoy conocida como Central de Obreros Agrícolas y Campesinos (CIOAC), y la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM). Una prueba de la relación que tuvo el movimiento campesino-estudiantil de Temoac con la CIOAC es el hecho de haber enviado al joven Bertín Hernández Velazco quien era originario de una comunidad oaxaqueña denominada Xóchitl2 . Los estudiantes del CETA y los campesinos de Temoac, durante los primeros siete meses del movimiento social, por lo menos, tuvieron una gran relación o entendimiento, al grado que algunos de los estudiantes se involucraron en los problemas de los campesinos como sucedió cuando el linchamiento de tres ladrones que habían asaltado al curandero de la comunidad, don José Ansúrez Sánchez. El señor Ansúrez alojaba en su casa a varias señoritas estudiantes del CETA. Cuando llegaron, al parecer por segunda ocasión, los tres asaltantes, que afirmaban ser policías judiciales, ahí se encontraban las estudiantes. Tal vez una de ellas o algún miembro de la familia solicitaron el auxilio de los jóvenes estudiantes del mismo centro educativo. Algunos de éstos atendieron inmediatamente el llamado y lo primero que se les ocurrió fue ponchar las llantas del automóvil de los supuestos asaltantes para que no pudieran escapar. Instantes después, gracias al toque de la campana de la iglesia, llegaron más estudiantes y muchos de los hombres y mujeres de la comunidad y, entre todos, lograron detener a los malhechores. Luego, fueron llevados a la plaza de la comunidad y los condujeron a la cárcel. Mientras el pueblo analizaba el caso para tomar la mejor decisión, uno de los presos que no había sido desarmado totalmente, quizá con la pretensión de lograr su liberación, disparó un balazo hacia fuera. Aunque no hirió a ninguno de los estudiantes y vecinos de la comunidad, éstos se enardecieron. Los supuestos delincuentes, para escapar ilesos, se ocultaron en el fondo del calabozo, pero las mujeres los sacaron de allí quemando chiles secos. Dispararon al primero que se asomó y luego al segundo. Al tercero le abrieron la reja y, a pesar de que suplicaba que lo perdonaran, también le dispararon. Sin duda alguna, los vecinos de la comunidad pensaron que si optaban por entregar los cuerpos a las autoridades correspondientes, encontrarían más fácilmente varias pruebas para demostrar su culpabilidad y, en consecuencia, procederían en contra de ellos; quizá por temor a las represalias, decidieron borrar las huellas incinerando los tres cuerpos. Ante tal hecho, por temor a ser reprimidos por el estado, la inmensa mayoría de los estudiantes se refugió en sus comunidades. Muchos de ellos a raíz de esta circunstancia desertaron, pero otros se dieron de alta y la lucha social prosiguió. Cerca del 12 de abril de 1975, Vinh Flores les propuso realizar una marcha o caravana para el día 19 del mismo mes como medida de presión para que las autoridades de la Secretaría de Educación Pública aceleraran la solución del problema. Dicha marcha partiría de Amilcingo, atravesaría la ciudad de Cuautla y llegaría a la capital del país. En ésta participarían primordialmente los campesinos de Amilcingo, Temoac y Jalostoc. Entre los jóvenes participarían fundamentalmente las alumnas de la Escuela Normal Rural “Gral. Emiliano Zapata” de Amilcingo, y los estudiantes de la Escuela Normal Particular “Ma. Helena Chanes” de Cuautla. Finalmente, por las amenazas de represión de un militar de alta jerarquía, la marcha salió el día señalado, pero no rumbo a Cuautla, sino hacia a la ciudad de Atlixco, Puebla. Gracias a esta marcha se logró el reconocimiento oficial del Centro de Estudios Tecnológicos Agropecuarios (CETA) de Temoac. Algunas semanas después de la marcha, los campesinos aportaron 44 hectáreas de tierra donde se construyó el edificio del mencionado centro educativo y aunque fueron indemnizados los 17 campesinos afectados, algunos quedaron descontentos. Por fortuna no fue motivo para el derramamiento de sangre como ocurrió entre los campesinos de Amilcingo. Cinco años después, es decir, aproximadamente en 1980, el Centro de Estudios Tecnológicos Agropecuarios (CETA) fue transformado por la Secretaría de Educación Pública en Centro de Bachillerato Tecnológico Agropecuario (CBTA). Gracias al Prof. Vinh Flores por su gran esfuerzo y dedicación debido a su inalcanzable lucha hasta el día de su muerte se acordó llamar al CBTA 39 por su nombre, de igual forma el plantel se muestra agradecido a todos los ciudadanos de la zona y ejidatarios que contribuyeron a la fundación de la misma. En hora buena para todos los que conformamos éste prestigioso y humano plantel educativo en el Estado de Morelos. ¡Orgullosamente CBTA 39 felicidades a todos!